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La Noche Mas Oscura




Fuertes vientos azotaban la casa, no recordaba un invierno así en mis décadas pasadas, podía ser el final y si no el final, un fatídico inicio de este, todo podía estar peor me repetía una y otra vez, pero en retrospectiva no encontraba algo peor que eso.

No eran gritos, ni la voz de un acompañante, eran mis dientes que crujían una y otra vez al encontrarse frente a frente en mi titiritar de frio, aun mis dedos los sentía rasgarse por el entumecimiento  de mis manos, y mi rostro blanco como el papel era cortado por gélidas corrientes de viento.

Sentía la boca reseca del miedo, el terror nocturno se apoderaba de mí, sentía como me sumergía en la desesperanzadora niebla aun sin moverme un paso, no había luz a mi alrededor, no encontré un vástago de calor, solo granizo veía desde mi ventana.

Era una vista superficial y vacía, no había calor en ella, todo se destruía al paso de la corriente, vi el inicio pero no imaginaba que algo de esta magnitud llegara a su fin, ya había perdido la esperanza, sin ella mire a mi alrededor y busque y busque y no encontré algo a que aferrarme, no porque no lo había, solo que de tanta angustia no lo veía, cada vez más rápido un pánico aterrador se apoderaba de mí.

Sentí que tenía que respirar, realmente necesitaba hacerlo, como podía olvidar algo tan natural como eso? Me retire a tientas de la ventana y camine hacia un sillón que había divisado al entrar en ese lugar, en este punto comencé a dudar de la realidad, a divagar entre lo real y lo ficticio cuestionando todo a mi alrededor, nada parecía tener sentido, podía sentir el amargo sabor a muerte en mis labios, juro que sentí que era el final, ya podía ver la cúspide del abismo y lentamente deslizarme hacia el pero justo allí, cuando el suelo casi desaparece pude vislumbrar un libro que podía transformarlo todo.

Extendiendo lo más que pude mis rígidos brazos lo tomé y al tacto era grande, con una cubierta de cuero, lo agarre entre mis dedos y lo coloque en mi regazo aun sin atreverme a abrirlo, solo tenía la necesidad de aferrarme a algo cálido y por alguna razón en ese libro encontraba saciada esa necesidad.  Así pasaron los minutos, quizás las horas, no sabría con certeza cuanto tiempo transcurrió, todo era tan oscuro, tan denso, tan incierto, sentí miedo, cerré mis ojos y escuchaba el desastre que ocurría a mi alrededor, ya solo esperaba lo peor.

De pronto el miedo por alguna razón ceso y un silencio abrumador me arropó por completo, no me atreví a abrir los ojos, sentí como mi piel se erizaba al roce de unos gélidos dedos, el terror que sentí fue indescriptible, ¿Quién era? ¡No lo sé! No escuche nada y no quise averiguar tampoco, el tiempo paso a cuenta gotas y el silencio era cada vez más intenso, aun con mis ojos cerrados sentí unas manos cálidas tocarme el rostro y un calor apremiante comenzó a recorrer todo mi cuerpo y sin autorizarlo un leve suspiro se escapó de mí, fue ese toque a mi alma como un sorbo de agua a alguien sediento en el desierto.    

Lentamente abrí mis ojos y una incandescente luz me cegó momentáneamente, no lograba ver nada, excepto el libro al cual minutos antes me había aferrado,  Que libro era ese? Estaba gastado y en su portada no habían letras, no decía nada, lentamente deslice mis dedos por el cuerpo de sus hojas y me atreví a abrirlo, aun no estoy plenamente segura de lo que sucedió en ese momento, pero al dividir sus hojas, luz salió de el ¿Qué Clase de cuento estaba viviendo?  ¿Acaso eso era real? Enfocando de a poco mi vista pude ver con mucha dificultad una frase la cual parecía que alguien intentaba borrar con todas sus fuerzas antes de que yo pudiese entenderlas, pero al cabo de un tiempo estas letras se hicieron más profundas y lo nítido reino en medio de lo difuso, mi cuerpo se sobresaltó y una paz se apodero de mí, mientras escuchaba a lo lejos una dulce voz que leyó esas palabras que lo detuvieron todo.

“Levántate y resplandece; porque ha venido tu luz y la Gloria de Jehová ha nacido sobre ti, porque he aquí que tinieblas cubrirán la tierra pero sobre ti amanecerá Jehová y todos irán a tu luz y al resplandor de tu nacimiento”. ISAIAS 60:1-3

Y fue la noche y la mañana del siguiente día, podría decir hoy que me quede dormida, o que simplemente me desvanecí en el viejo y mullido sillón hasta perder la consciencia, podría decir cualquier cosa intentando argumentarme a misma lo que me había sucedido mientras recordaba la noche anterior, pero entre razones y verdades había un trecho imposible de cerrar, contundentemente algo había cambiado, algo en mi había cambiado, pues ya no sentía temor y una paz inexplicable lo llenaba todo y fue ahí donde lo comprendí, comprendí que era Él, ese de quien me habían hablado pero nunca experimentado, Él estaba justo ahí, cambiándolo todo, transformándolo todo, así que me levante, sonreí, tomé el libro y lentamente me moví hacia la puerta con la convicción de que esa mañana era el día en que mi vida realmente empezaba.

  


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