No eran gritos, ni la voz
de un acompañante, eran mis dientes que crujían una y otra vez al encontrarse
frente a frente en mi titiritar de frio, aun mis dedos los sentía rasgarse por
el entumecimiento de mis manos, y mi
rostro blanco como el papel era cortado por gélidas corrientes de viento.
Sentía la boca reseca del
miedo, el terror nocturno se apoderaba de mí, sentía como me sumergía en la
desesperanzadora niebla aun sin moverme un paso, no había luz a mi alrededor,
no encontré un vástago de calor, solo granizo veía desde mi ventana.
Era una vista superficial
y vacía, no había calor en ella, todo se destruía al paso de la corriente, vi
el inicio pero no imaginaba que algo de esta magnitud llegara a su fin, ya había
perdido la esperanza, sin ella mire a mi alrededor y busque y busque y no encontré
algo a que aferrarme, no porque no lo había, solo que de tanta angustia no lo veía,
cada vez más rápido un pánico aterrador se apoderaba de mí.
Sentí que tenía que
respirar, realmente necesitaba hacerlo, como podía olvidar algo tan natural
como eso? Me retire a tientas de la ventana y camine hacia un sillón que había divisado
al entrar en ese lugar, en este punto comencé a dudar de la realidad, a divagar
entre lo real y lo ficticio cuestionando todo a mi alrededor, nada parecía tener
sentido, podía sentir el amargo sabor a muerte en mis labios, juro que sentí que
era el final, ya podía ver la cúspide del abismo y lentamente deslizarme hacia
el pero justo allí, cuando el suelo casi desaparece pude vislumbrar un libro
que podía transformarlo todo.
Extendiendo lo más que
pude mis rígidos brazos lo tomé y al tacto era grande, con una cubierta de
cuero, lo agarre entre mis dedos y lo coloque en mi regazo aun sin atreverme a
abrirlo, solo tenía la necesidad de aferrarme a algo cálido y por alguna razón en
ese libro encontraba saciada esa necesidad. Así pasaron los minutos, quizás las horas, no sabría
con certeza cuanto tiempo transcurrió, todo era tan oscuro, tan denso, tan
incierto, sentí miedo, cerré mis ojos y escuchaba el desastre que ocurría a mi
alrededor, ya solo esperaba lo peor.
De pronto el miedo por
alguna razón ceso y un silencio abrumador me arropó por completo, no me atreví a
abrir los ojos, sentí como mi piel se erizaba al roce de unos gélidos dedos, el
terror que sentí fue indescriptible, ¿Quién era? ¡No lo sé! No escuche nada y
no quise averiguar tampoco, el tiempo paso a cuenta gotas y el silencio era
cada vez más intenso, aun con mis ojos cerrados sentí unas manos cálidas
tocarme el rostro y un calor apremiante comenzó a recorrer todo mi cuerpo y sin
autorizarlo un leve suspiro se escapó de mí, fue ese toque a mi alma como un
sorbo de agua a alguien sediento en el desierto.
Lentamente abrí mis ojos
y una incandescente luz me cegó momentáneamente, no lograba ver nada, excepto
el libro al cual minutos antes me había aferrado, Que libro era ese? Estaba gastado y en su
portada no habían letras, no decía nada, lentamente deslice mis dedos por el
cuerpo de sus hojas y me atreví a abrirlo, aun no estoy plenamente segura de lo
que sucedió en ese momento, pero al dividir sus hojas, luz salió de el ¿Qué Clase
de cuento estaba viviendo? ¿Acaso eso
era real? Enfocando de a poco mi vista pude ver con mucha dificultad una frase
la cual parecía que alguien intentaba borrar con todas sus fuerzas antes de que
yo pudiese entenderlas, pero al cabo de un tiempo estas letras se hicieron más
profundas y lo nítido reino en medio de lo difuso, mi cuerpo se sobresaltó y
una paz se apodero de mí, mientras escuchaba a lo lejos una dulce voz que leyó esas
palabras que lo detuvieron todo.
“Levántate y resplandece; porque ha venido tu luz y la Gloria de
Jehová ha nacido sobre ti, porque he aquí que tinieblas cubrirán la tierra pero
sobre ti amanecerá Jehová y todos irán a tu luz y al resplandor de tu nacimiento”.
ISAIAS 60:1-3
Y fue la noche y la
mañana del siguiente día, podría decir hoy que me quede dormida, o que
simplemente me desvanecí en el viejo y mullido sillón hasta perder la
consciencia, podría decir cualquier cosa intentando argumentarme a misma lo que
me había sucedido mientras recordaba la noche anterior, pero entre razones y
verdades había un trecho imposible de cerrar, contundentemente algo había cambiado,
algo en mi había cambiado, pues ya no sentía temor y una paz inexplicable lo
llenaba todo y fue ahí donde lo comprendí, comprendí que era Él, ese de quien
me habían hablado pero nunca experimentado, Él estaba justo ahí, cambiándolo todo,
transformándolo todo, así que me levante, sonreí, tomé el libro y lentamente me
moví hacia la puerta con la convicción de que esa mañana era el día en que mi
vida realmente empezaba.
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